Recuerdos, pasado, destino, futuro.
Tú decides.
Camino de la buena suerte, recuerdos, recuerdos …..
Recuerdos. Palabras o imágenes, da igual el formato. El caso, es que llegan y te hacen vibrar por unos momentos. Puede ser de alegría o nostálgicos. La verdad, que de una manera u otra te hacen viajar. Te trasladan a otro lugar, destino.
Acabo de llegar a casa, después de una reunión. Es como se denomina ahora el termino, dentro de esta “nueva normalidad”. Vamos, lo que antes era una quedada de amigos. Que se ha alargado un poquito, nos han dado las tantas de la madrugada, en casa de un amigo, eso si. Nada de bares, discotecas. Por momentos he tenido el recuerdo de volver a la normalidad, que conocíamos. A nuestros recuerdos, hace unos meses atrás. No más. Recuerdos, que parecen reales hoy.
No voy a negar que voy un tanto tocado, contento, alegre. Llámenlo como quieran. Un poco borracho, ha sido una noche de reencuentros, recuerdos que estaban olvidados, idas y venidas, recuerdos que siempre están presentes. Viajes, risas, alguna que otra lagrimilla. Que llena tus ojos, intentando iniciar el camino, a través de tú mejilla. Hasta llegar a la meta, su destino. Una noche completa, para que engañarnos.
Recuerdos, una de ellas sentado en el sofá, viendo como poco a poco amanece. Los rayos de sol, van llenando de luz el salón. Enciendo un cigarrillo, doy un par de caladas. Me recuesto sobre los cojines, me coloco y me dispongo a disfrutar de tan bello acto. Después de una noche tan emotiva, los recuerdos invaden mi mente. Cierro los ojos y divago entre ellos.
Una melodía atronadora, me trae de vuelta a la realidad. Mi cabeza va a estallar, que alguien lo pare, por favor. Consigo abrir los ojos, cojo el teléfono. Como puedo, consigo articular palabra, al otro lado del teléfono. Fran (nota informativa: unos de mis mejores amigos), al colgar el teléfono. Soy consciente de la hora que es, son las seis de la tarde. Me quede totalmente dormido, emborrachado de recuerdos. Maldito alcohol, maldita resaca.
Recibo un mensaje, Fran: “Estoy de camino, en diez minutos estoy por ahí”. Como que en diez minutos, aún sigo en el sofá. Necesito una ducha, un ibuprofeno, algo de tiempo. Menos mal, que tengo amigos que valen su peso en oro. Tenía antojo de una hamburguesa, comida chatarra. Que malas son las resacas. Pensó en mi y decidió compartir conmigo la experiencia, así se sentía menos culpable. Operación bikini, no os digo más.
Dos horas después. Me vuelvo a quedar yo, mi resaca y de regalo, un viaje. Para completar el pack. Os pongo en situación, la noche de autos. Vamos la noche pasada, entre copas y recuerdos. Me vine arriba, cosa normal en el Alber. Resulta que Fran, conoció a un chico. En un viaje, que hizo las navidades pasadas. Tuvieron un breve romance. Breve, que cuatro meses después, sigue vigente. Británico, de Manchester, para ser más exactos. Su cumpleaños, se aproxima. Alber, defensor del amor.
Embriagado de recuerdos, enajenado de tanto sentimiento, tanta intensidad. Le anime a que se presentara de sorpresa, que fuera su regalo de cumpleaños. Quien no lo ha hecho. En este caso tenia que dar un pequeño salto, organizarlo un poco más. Coger un avión, unas mini vacaciones. Donde estaba la parte negativa, todo eran cosas positivas. Pero Fran tenía miedo de ir solo.
El Alber, quien si no. Enajenado, borracho de amor. Me vine arriba. Le dije que yo me iba con él, que no se preocupara, que no iba a estar solo. En realidad, para eso están los amigos de verdad. En ese momento, con la resaca que llevaba encima. Ganas, os las podéis imaginar. Me dije antes de meterme en la cama. Mañana será otro día.
Efectivamente, una semana después. Estaba sentado al lado de Fran, de una ventanilla y frente a una azafata majísima, explicándonos como deberíamos comportarnos, en caso de cualquier imprevisto. Que fino me ha quedado. Destino: Manchester. Islas británicas, preparaos, allá vamos.
Fran había conseguido, contactar con un amigo de su inglesito. Con él cual, había organizado todo para la llegada, estancias, sorpresa, etc. Al llegar al aeropuerto de Manchester, cogimos un taxi. Llegamos al hotel y nos preparamos para el gran acontecimiento, la sorpresa. Se iban a reencontrar después de cuatro meses, enganchados a un teléfono, para seguir alimentando las ascuas. Es una situación difícil con los tiempos que corren, para el amor. Recuerdos, magia. Estaba muy emocionado.
Todo salió a pedir de boca, la sorpresa, el reencuentro. Más bonito, no podía haber sido. A la mañana siguiente, visitamos Gay Village. El barrio de la tolerancia de Manchester, un ejemplo de respeto. Para todos aquellos que hemos crecimos con “Queer as Folk”, visita obligada. (nota informativa: queer as folk, serie que cuenta la vida de tres jóvenes gays, que viven en la Gay Village). Que recuerdos, que serie. Tengo que reconocer, que desde que terminó. No ha habido ninguna como ella. Es como sucedió con 7 vidas. Recuerdos.
Un barrio digno de visitar, un aire de libertad con gotas de cultura francesa. El auténtico espíritu del carpe diem. Muy recomendable visitar Beacon of Hope, un lugar con toques nostálgicos. Homenajean aquellas personas que perdieron la vida por culpa del Sida.
Tomamos el afternoon tea, en el Richmond Tea Rooms. Lugar mágico. Eso si, os recomiendo acompañarlo con un delicioso scone. Un auténtico placer para el gusto. Velvet, Manto, etc. Hay una buena cantidad de bares, restaurantes, pubs. Para escoger y disfrutar, ya sea disfrutar de un te relajante, delicioso. Como si lo que quieres es bailar hasta el amanecer y dejarte llevar por el placer más puro. Que bonitos y placenteros recuerdos…
Recuerdo que terminamos cenando en Chinatown, barrio singular donde los haya. Tiendas de mil colores y sabores, gatos saludadores dorados por todas partes. Cenamos comida auténtica china, pero eso no fue lo único. Después de la cena, un frenético karaoke, una autentica locura. No me lo podía creer, lo que me pude reír. Recuerdo haberlos visto en callejeros viajeros. El mejor broche, que se podía pedir para finalizar el día.
Decidí perderme una mañana, yo solo por la ciudad. Dejarles un poco de intimidad. Recuerdo, que había leído algo así como que Manchester es una ciudad muy familiarizada con las redes sociales. Mostraba una alta popularidad con dichas redes, en especial con Facebook. Me senté en una terraza, en la plaza Albert Square. Frente al edificio que alberga el ayuntamiento de Manchester. Y decidí indagar en mi Facebook, cotillear un poco. Viendo que sube uno, otro. Que hace, en donde esta….
De repente un perfil llama mi atención. Es Pablo, que recuerdos. Un viejo conocido, un romance. Una noche de fiesta y cachondeo. Que se alargo un par de meses, en los cuales. Viajamos, nos conocimos e intentamos dar más de un paso, juntos. Pero no llegamos, a un punto en el que entendernos. Una pena, la verdad. Recuerdo que me llegue a pillar bastante por él. Más de lo que él pudo llegar a imaginar. Recuerdos, recuerdos, demasiados recuerdos.
Las redes, que te lo chivan todo. Descubrí, que Pablo. Actualmente estaba viviendo en Manchester, que casualidad. Hacía años, que no le había vuelto a ver. Hablar, lo que se decide hablar, hacía años también. Por lo que veo no ha cambiado mucho, pero no se si me cruzara con él. Si sería capaz de reconocerlo.
Tras esta pausa, rebuscar entre los recuerdos y tantas emociones vividas en los últimos días. Decidí caminar, no pensar. Terminé en Heaton Park. Un placer para los sentidos y el alma, donde reina el verde te y sin fin de plantas con mas de cien años de antigüedad. Me senté a contemplar el maravilloso atardecer, con las impresionantes vistas. Acompañado de mis recuerdos.
Dos días después, estábamos sentados en el tren con destino Londres. Fran y su inglesito tenían cosas que hacer en la capital. Decidí apuntarme con ellos, me busque un hotel en el Soho. Me apetecía estar solo, perderme en una gran ciudad y no pensar. A Fran le quiero mucho, es como un hermano para mi. Pero yo ya sobraba y no me apetecía ser una pequeña carga para ellos. Al llegar a Londres, nos despedimos y cada uno siguió su rumbo.
Londres, que decir de la gran capital europea. Que recuerdos. No tiene desperdicio, la pilles por donde la quieras pillar. Una alternativa de ocio brutal, musicales de todos los tipos, formas y gustos. Museos, arte callejero, urbano. Lo que quieras, Londres te lo hace realidad. Uno de mis lugares singulares y favoritos de Londres, es plaza de Trafalgar Square, sentarte en las escaleras del National Gallery y con vistas al Big Ben, ver el atardecer. Esa mezcla de colores, acompañados de arte y música callejera. Te recuerdan a esos años bohemios, románticos.
La primera noche decidí salir a tomar una copa, por el Soho. Llegue al Freedom Bar, tome una copa y el ambiente no estaba muy animado. La verdad que no me convencía mucho y decidí cambiar de sitio. Justo al salir, decidí seguir a un grupo de chicos jóvenes, guapos, con mucho estilo. A ver a donde iban, entraron en el Ku Bar, muy cerca de Chinatown. Uno de los pubs del momento, y tanto.
El sitio merece mucho la pena, desde los camareros, hasta el publico que allí se da cita. Al entrar fui directo a la barra, pedí una copa y en cuestión de minutos. Un italiano empezaba a preguntarme, a interesarse por mi. La verdad que no terminaba de ser mi estilo, pero era muy simpático. Tras una frase llego otra, otra copa y terminamos en el G-A-Y Bar.
Recuerdo poco o nada el trayecto de un bar a otro. Pero me lo estaba pasando tan bien, lo que me pude reír con el italiano. Al llegar al otro pubs, había unos amigos suyos, conocidos más bien diría yo. Nos juntamos con ellos y las risas siguieron durante horas, recuerdos y recuerdos. La cuestión que el Alber, ya no podía más. Demasiado alcohol recorrían mis venas y mi cabeza.
Decidí despedirme y hacer marcha hacía el hotel. Mi sorpresa fue, que un chico. Con el cual no había cruzado más que el saludo, se ofreció acompañarme hasta el hotel. De primeras le mire un poco raro, pero con el pedo que llevaba me vendría bien. No recuerdo muy bien la conversación, se que no paso nada más allá de un par de besos. Pero con lo tímido que había sido durante toda la noche, imagino que nada de nada. Recuerdo que me desperté solo en mi cama. Recuerdos.
La cuestión que cuando baje a comer algo, tomarme un ibuprofeno. Recargar pilas y abordar la ciudad. Tenía una nota suya en la recepción. Era su teléfono, su nombre y me proponía una cita. Quería tomar algo conmigo, siempre y cuando yo estuviera dispuesto a ello. Que formal, muy correcto todo, muy ingles. Obvio que acepte, dude durante un rato, pero al final decidí mandarle un mensaje. Cinco minutos tardó en contestarme y treinta minutos en presentarse donde yo estaba.
Comimos en Camdem Town, capital del rock alternativo, con un mercado callejero muy variado, extravagante, uno de los más variopintos del mundo. Visita obligada y como no, la casa de Amy Winehouse. Visita obligada para todo fan de esta voz tan privilegiada. Recuerdos. Terminamos en Harrods, el famoso almacén londinense, situado en el barrio de Knightsbridge. Tengo que reconocer que el lugar no tiene desperdicio, lo mires por donde quieras hacerlo.
Desde salas egipcias, a otras muy finas y elegantes, una mezcla de estilos, colores, formas. Lo que más me llamo la atención, fue que dentro del centro comercial, en una especia de hall, en la parte baja donde se encuentran las escaleras, para acceder a una u otra planta. Se encuentra una especie de fuente, con foto de Lady di y Dodi Al Fayer. El anillo de compromiso que él le regalo a ella y una copa con restos de carmín de la princesa. La sala es totalmente oscura, negra y una luz ilumina este bello momento, mágico. Recuerdos.
Me llevo a visitar la famosa fortaleza de la torre de Londres, que fue almacén de armas, cárcel, escenario de ejecuciones, entre las que destacan la de Tomás Moro y la famosísima Ana Bolena. Alberga la gran armadura del rey Enrique VIII, curiosa por su gran tamaño de miembro viril que marca dicha armadura. Es digna de admirar y curiosa, bastante diría yo.
Otra curiosidad que puedes encontrar, son la cantidad de cuervos que hay. Mi inglesito me contó que hay una razón, según cuenta la leyenda. La Corona Británica y la Torre de Londres caerían si los seis cuervos que allí habitan desaparecen. Por eso las recortan una de sus alas, por si echan a volar, que no se alejen mucho. Es curioso, tienen un encargado que esta pendiente de ellas para que no les falte de nada. Viven mejor que muchos humanos. Tienen hasta nombre propio y todo.
Aprovechando que estábamos a orillas del Támesis, mi inglesito me llevo a conocer el famoso teatro del Globo, la Tate Modern. Hicimos un alto en el Borough Market, cerca de Tower Bridge. Picoteamos, tomamos unas copas de vino. Llenamos el estómago, recargamos pilas y continuamos con la visita. London eye, Big ben, Westminster, catedral de St. Paul (nota informativa: única catedral de la ciudad londinense que albergó una boda real, la única que no se ha oficiado en la Abadía de Westminster. La de la princesa Diana de Gales).
Terminamos en Covent Garden, el barrio de la opera, la música clásica. Un lugar que no puedes dejar de visitar. Sentarte a tomarte un café, una copa de vino, lo que te apetezca. En una de sus terrazas y disfrutar de los artistas anónimos, que te regalan melodías dignas de la Royal Opera House. Que se encuentra a escasos metros de dicho mercado. No podía pedir más. Mi inglesito estaba aflojando la tensión. Se había portado muy bien conmigo y había conocido otro Londres.
Le miraba y me veía tomando el te, con su madre a las cinco. Me veía ya totalmente integrado en la cultura y costumbres británicas. Recuerdos. En medio de aquel momento tan mágico, con esa música de fondo. Por fin, me agarro la mano, me miro a los ojos fijamente y me pidió permiso para poder besarme. Me estaba pidiendo permiso, en aquel momento. Como son los ingleses, pero me pareció tan tierno, con esos ojitos mirándome y sonando de fondo “Nessun dorma”.
Caí rendido a sus brazos. Nunca había estado con un chico británico, me parecía muy curioso. Y gracias a él conocí un Londres, que no me había imaginado. Vaya mezcla de ciudad, costumbres, tradición, historia, innovación, libertad, tolerancia, es imposible dedicarle unas cuantas líneas… recuerdos, recuerdos.
Nuestra historia estaba cogiendo fuerza, tanto que decidimos coger un tren y hacer una escapada, Brighton. Había llegado una ola de calor. Cosa rara en las islas británicas, pero ya sabéis. Cambio climático. Un poquito de playa, nos vendría bien. Tanta historia, turismo, me encanta. Pero me apetecía romper un poco con lo establecido y a ver si un poco de playa, mar, sol. Espabilaba un poco a mi inglesito. Como se nota que somos del sur, sangre latina. Brighton, la playa de Londres. En una hora estábamos allí. Recuerdos.
Llegamos a la hora comer, bajamos a la playa. De piedras eso si, no esperéis encontrar esas playas de arena. Pero con el calor que hizo. Sentir la brisa marina, el olor a sal, el sol y poder darte un bañito, refrescarte. Era perfecta. Mi inglesito me contó, que Brighton es la verdadera capital del Reino Unido, con un rica cultura gay. Una ciudad llena de sorpresas.
Para mi fue todo un descubrimiento, no había estado antes. Recomendable al cien por cien. El Royal Pavilion, la india en Inglaterra. Residencia real de verano, no os lo podéis perder. La arquitectura recuerda al Taj Mahal, toda la decoración es oriental. Un trocito de la india en las islas británicas.
Al atardecer, paseamos por el barrio bohemio de North Laine y terminamos en entorno de St. James’s Street, donde se ubica el barrio gay de Brigton. Más de cinco manzanas y varias calles paralelas hasta el paseo marítimo conforman este mini paraíso gay. Revenge con sus fiestas temáticas, shows de drag queens. Un tanto decante, pero con su encanto. The Camelford Arms, con un punto mas tradicional, con un ambiente bastante abierto, bailamos y nos reímos con modernas, osos y algún que otro despistado. Recuerdos y más recuerdos.
Terminamos en The Bulldog, uno de los más conocidos y antiguos de la ciudad. Su karaoke es muy conocido, allí terminamos mi inglesito y yo. declarándonos amor entre canción y melodías, riéndonos como hacía tiempo, que no lo hacía. Que me gusta un karaoke.
Era extraño, pero me estaba empezando a gustar bastante. Me había descolocado, mucho. Yo iba acompañar a mi amigo y la de vueltas que da la vida. No me podía creer todo lo que había vivido y lo que me había hecho sentir estos días juntos.
Recuerdos. La primera noche, no cruzó ni una palabra conmigo. Y ahora no para de dedicarme una tras otra. Recuerdos. Todos estos pubs se encuentran frente al mar. Para poner la guinda al pastel. No podíamos desperdiciar aquella estampa, aquel amanecer. Nos vinimos tan arriba, que empezamos a besarnos, como dos quinceañeros, locos de amor. Enajenados por el momento y la magia del lugar. Sin importarnos lo que había alrededor.
Si fui consciente que cerca de nosotros había un grupo de chicos, pero sinceramente no me importaba. Tenía algo más interesante, frente a mi. Después de uno de esos besos que te deja, que no sabes que hacer, que decir, estas flotando. Esos besos que duran minutos y minutos, parece que nunca van a terminar.
Cuando decidimos dar por finalizada la noche e ir a descansar, nos levantamos y pasamos por delante del grupo de chicos, que había estado observando toda la escena de amor. Que habíamos protagonizado mi inglesito y yo. Recuerdos. Recuerdos que te llegan al alma.
En ese momento me quede de piedra, blanco. No sabía donde meterme, tierra trágame. No podía ser verdad. Mi inglesito me agarraba por la cintura y me miraba, no entendía nada. Era un grupo de chicos españoles y entre ellos, no podía ser otro.
Mi famoso marques, no se si le recordáis. El famoso marques que quería compartir su vida conmigo, mientras hablaba con otro. Hacía mas de dos años y medio que no sabía nada, pero nada de él. Recuerdos, muchos recuerdos se me vinieron a la mente. Se me corto todo el rollo.
No me atreví a cruzar una sola palabra con él. Pero las miradas que intercambiamos, lo decían todo. Al llegar al hotel, le explique todo a mi nuevo romance. Pero me había dejado totalmente descolocado, el destino. Jaque mate. Recuerdos y mas recuerdos, me invadían. Ya lo tenía superado o eso pensaba yo.
Termine mis vacaciones con mi querido inglesito. Al día siguiente regresamos a Londres, intente hacer de tripas corazón. Pero en mi interior la herida esta abierta y sangrando de nuevo. Quería salir corriendo, huir. Mi inglesito fue un amor conmigo, le agradezco tanto lo que me hizo vivir y descubrir. Recuerdos, le recuerdo como un ángel de luz.
A mi vuelta a Madrid, los recuerdos no paraban de asaltarme. Quería volver a ver inglesito, ojalá estuviera aquí. Seguimos en contacto, me visitó un par de veces. Unos meses después de mi visita. Volví a Londres a verle, tuvimos una relación bastante interesante y el cuento de hadas, tuvo un final feliz.
A nuestra manera eso si. Viajar te permite, conocer, descubrir costumbres, maneras y formas de vivir, muy similares pero tan distintas a las nuestras. Que merece la pena vivirlas. Date la oportunidad y déjate enredar.
P.D.: Dos días después, de mi vuelta de las Islas Británicas. Recibí un mensaje, de mi famoso marques.
Alber.